Adolfo Pérez Esquivel

Nació el 26 de noviembre de 1931 en Buenos Aires, Argentina. activista, profesor, escultor y pintor argentino, Premio Nobel de la paz en 1980, destacado como defensor de los derechos humanos y del derecho de la libre autodeterminación de los pueblos. Pérez Esquivel ha tenido una presencia constante en las luchas de los pueblos por su liberación, convirtiéndose en un símbolo en América Latina, por su compromiso, lucha y acciones, por esto su voz es respetada tanto en el continente como en otros países.

En 1971 comenzó a involucrarse en movimientos que luchan por la paz y la justicia a través de la noviolencia activa (NOVA), por ese entonces ya se vislumbraba una red Latinoamérica que pasaría a ser el Servicio Paz y Justicia América Latina (SERPAJ -AL), que en la actualidad se encuentran en 11 países de América Latina.

En 1973, fundó el periódico Paz y Justicia que pronto se convirtió en la cumbre del movimiento de la NOVA y de defensa de los Derechos Humanos en el área de influencia latinoamericana.

Dos años más tarde, participó en la creación de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. A partir de 1976 se dedicó a viajar por el mundo llevando como bandera la defensa de los DDHH y a diseñar programas de ayuda y desarrollo junto a las comunidades indígenas latinoamericanas, movimientos obreros y otros grupos de personas necesitadas.

Durante 1977 y 1978 fue detenido y encarcelado sin proceso judicial, fue torturado y sobrevivió a los vuelos de la muerte. Estando en prisión recibió el Premio Memorial de Paz Juan XXIII otorgado por la Pax Cristi Internacional.

En 1980 recibió el Premio Nobel de la Paz por su lucha en favor de los Derechos Humanos y en defensa de la democracia por medios no violentos frente a las dictaduras que asolaban a América Latina, tiempo después fue designado miembro del comité ejecutivo de la Asamblea Permanente de las Naciones Unidas sobre Derechos Humanos.

Pérez Esquivel ha contribuido con numerosas misiones internacionales, como «Barco por la Paz a Nicaragua», «Barco por la Solidaridad a Polonia» y campañas de resolución de conflictos en Sudáfrica, Afganistán, Oriente Medio y Tíbet, entre otras.

Por su larga trayectoria en favor de la paz distintas universidades y facultades tanto nacionales como internacionales lo han galardonado con el Honoris Causa, por otra parte, un sin numero de ciudades lo nombraron Ciudadano Ilustre.

Entre sus innumerables trabajos literarios se destacan “Caminar junto a los pueblos. Experiencias no violentas en América Latina” (1995), “Una gota de tiempo. Crónica entre la angustia y la esperanza” (1996), y “la otra mirada” (2021).

En la actualidad desempeña diversas funciones y cargos entre ellos: presidente del Consejo Honorario del Servicio Paz y Justicia en América Latina; presidente honorario del SERPAJ Argentina; presidente de la Comisión Provincial por la Memoria de Buenos Aires; miembro del Tribunal Permanente de los Pueblos; integro el Comité de Honor de la Coordinación internacional para el Decenio de la noviolencia y de la paz; fue  Jurado Internacional del Premio de Derechos Humanos de Núremberg; del jurado del Premio de Fomento para la Paz “Felix Houphouet Boigny” de la UNESCO; miembro del programa de educación internacional «Peacejam»; del Consejo Mundial Proyecto José Martí de Solidaridad Mundial; del Consejo Asesor del Canal Telesur y del Consejo Directivo del Instituto Espacio para la Memoria (IEM) y actualmente da clase en un seminario sobre la Paz en la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y es el director del programa de Educación a distancia que posee el SERPAJ Argentina.




Entrevista Biográfica a Adolfo Pérez Esquivel – Canal Encuentro – 2012

DISCURSO DE ACEPTACION DEL PREMIO NOBEL (1980)

A su Majestad y la familia Real,
Señor Presidente del Parlamento,
Señor Primer Ministro,
Señor Presidente del Comité,
Señores miembros,
A mis compañeros de lucha en América Latina
y a las queridas Madres de Plaza de Mayo.
Señoras y Señores:

Con humildad estoy ante ustedes para recibir la alta distinción que el Comité Nobel y el Parlamento otorgan a quienes han consagrado su vida en favor de la PAZ, de la promoción de la JUSTICIA y la solidaridad entre los pueblos.

Quiero hacerlo en nombre de los pueblos de América Latina, y de manera muy particular de mis hermanos los más pobres y pequeños, porque son ellos los más amados por Dios; en nombre de ellos, mis hermanos indígenas, los campesinos, los obreros, los jóvenes, los miles de religiosos y hombres de buena voluntad que renunciando a sus privilegios comparten la vida y camino de los pobres y luchan por construir una nueva sociedad.

Para un hombre como yo, una pequeña voz de los que no tienen voz, que lucha para que se oiga con toda la fuerza el clamor de los Pueblos, sin otra identificación que con el hombre concreto latinoamericano y como cristiano, este es sin duda el más alto honor que puedo recibir que se me considere un Servidor de la Paz.

Vengo de un continente que vive entre la angustia y la Esperanza y en donde se inscribe mi historia, estoy convencido que la opción de la fuerza evangélica de la no-violencia se abre como un desafío y a perspectivas nuevas y radicales.

Una opcion que prioriza un valor esencial y entrañablemente cristiano: la dignidad del Hombre, la sagrada trascendente e irrenunciable dignidad del hombre que le viene del hecho primordial de ser hijo de Dios y hermano en Cristo y por lo tanto hermano nuestro.

En estos largos años de lucha a través del Servicio Paz y Justicia en América Latina compartimos el camino junto a los más pobres y necesitados.

No tenemos mucho que decir, pero sí, mucho que compartir para lograr a través de la lucha no-violenta la abolición de las injusticias, a fin de alcanzar una sociedad más justa y humana para todos.

En este caminar junto a mis hermanos los pobres, los que son perseguidos, los que tienen hambre y sed de justicia, los que padecen por causa de la opresión, los que se angustian ante la perspectiva de la guerra, los que sufren la agresión de la violencia o ven postergados sus derechos elementales.

Es por todos ellos que estoy aquí.

Mi voz quiere tener la fuerza de la voz de los humildes. La voz que denuncia la injusticia y proclama la Esperanza en Dios y la Humanidad, que es la Esperanza del Hombre que ansia vivir en la comunión y participación con todos los hermanos como hijos de Dios.

America Latina es un continente joven, vital, que fue definido por el Papa Pablo VI como el Continente de la Esperanza.

Conocer es valorar una realidad con la vocación cierta de compartir su destino.

Conocer es llegar a una profunda identidad con los pueblos que protagonizan un proceso histórico, estando dispuestos a redimir el dolor con el amor, asumiendo, en esta perspectiva, la praxis de Jesús.

Pero cuando vemos esa realidad que viven nuestros pueblos es una ofensa a Dios, en que millones de nuestros niños, jóvenes, adultos, ancianos viven bajo el signo del sub-desarrollo.

La violencia institucionalizada, la miseria y la opresión generan una realidad dual, fruto de la persistencia de sistemas políticos y económicos creadores de injusticias, que consagran un orden social que beneficia a unos pocos: ricos cada vez más ricos a costa de pobres cada vez más pobres.

Frente a esta realidad quiero, como los Obispos en Puebla, como los cristianos comprometidos en los movimientos que luchan por los derechos humanos, como los hombres de buena voluntad, compartir las angustias que brotan de los rostros dolientes del hombre latinoamericano, en el que reconocemos el rostro sufriente de Cristo, nuestro Señor que nos cuestiona e interpela

Les hablo teniendo ante mis ojos el recuerdo vivo de los rostros de mis hermanos,
los trabajadores, obreros y campesinos que son reducidos a niveles de vida infrahumana y limitados sus derechos sindicales,
del rostro de los niños que padecen desnutrición,
de los jóvenes que ven frustradas sus esperanzas,
de los marginados urbanos,
de nuestros indígenas,
de las madres que buscan sus hijos desaparecidos,
de los desaparecidos, muchos de ellos niños,
de miles de exiliados,
de los Pueblos que reclaman libertad y Justicia para todos.

Pero pese a tanto dolor vivo la Esperanza porque siento que América Latina es un continente puesto de pie, que podrán demorar su liberación, pero nunca impedir.

Vivimos la Esperanza porque creemos, como San Pablo, que el amor nunca muere y que el hombre, en el proceso histórico, ha ido creando enclaves de Amor con la práctica activa de su solidaridad en todo el mundo hacia la liberación integral del hombre y los pueblos.

Para mí es esencial tener la serenidad interior de la oración para escuchar el silencio de Dios, que nos dice en nuestra vida personal y en el signo de la historia de nuestro tiempo de la fuerza del Amor.

Y es por esa fe en Cristo y en los hombres que debemos aportar nuestro esfuerzo humilde en la construcción de un mundo más justo y humano. Y quiero afirmarlo con énfasis: Ese mundo es posible.

Y para construir esa nueva sociedad debemos estar con las manos abiertas, fraternas, sin odios, sin rencores, para alcanzar la reconciliación y la Paz, pero con mucha firmeza, sin claudicaciones en defensa de la Verdad y la Justicia.

Porque sé que nadie puede sembrar con los puños cerrados. Para sembrar es necesario abrir las manos.

Quiero agradecer a todos Ustedes, al Comité Nobel por esta alta distinción a los humildes de América Latina.

Me siento emocionado y a la vez comprometido a redoblar mis esfuerzos en la lucha por la paz y la Justicia. Puesto que la paz sólo es posible como fruto de la Justicia, que esta verdadera Paz, es la transformación profunda de la no-violencia que es la fuerza del Amor.

Quiero expresar a Ustedes que gracias a la ayuda y comprensión de mi esposa e hijos, en los momentos más duros y difíciles de la lucha, pude continuar junto a mis hermanos de América Latina, con su amor, silencio y compañía, y siempre contribuyen a fortalecerme y darme el coraje de servir a mis hermanos.

Invocando la fuerza de Cristo, nuestro Señor, como nos enseñaba en el Sermón de la Montaña y que quiero compartir con todos Ustedes con mi pueblo y el mundo:

Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos,
Bienaventurados los mansos, porque ellos poseer án en herencia la tierra,
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados,
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados,
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia,
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios,
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios,
Bienaventurados los perseguidos por la causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos,

Bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.

(Mateo 5, 1-12)

Reciban mi profundo agradecimiento y el saludo de los humildes de Paz y Bien.

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