(y eventualmente demás países de la región)
A los gobiernos de Nuestra América
A los Parlamentos de Nuestra América
A las Instituciones y espacios de integración regional: CELAC, Unasur, Mercosur, Parlasur, ALBA
De nuestra consideración:
Hace 10 años ya que la Misión de NN.UU. para la Estabilización de Haití – la MINUSTAH – está instalada en ese país hermano, con la indignante presencia de tropas militares, principalmente de América latina: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Paraguay, Perú y Uruguay.
No es una Misión humanitaria, como dolosamente lo ha descrito el Ministro de Defensa argentino, Agustín Rossi. Es una Misión de ocupación y tutela ideada por EE.UU. y aprobada por el órgano más antidemocrático de las NN.UU., el Consejo de Seguridad, luego de que EE.UU. consumara el primer golpe de estado de este nuevo milenio, contra un gobierno elegido constitucionalmente en nuestra América.
Durante 10 años se ha argumentado que Haití es una amenaza a la paz y la seguridad mundial a fin de mantener una misión cuyo verdadero objetivo es evitar que el pueblo haitiano ejerza su soberanía y autodeterminación. ¿Será que 210 años después de que ese pueblo fuera el primero en el mundo en protagonizar el fin de la esclavitud, y el primero de América latina y el Caribe en independizarse del yugo colonial, se siga temiendo la potencia de un pueblo libre?
¡10 años de ocupación! ¡Basta!
Nos dirigimos a Uds., a los Gobiernos y Parlamentos de nuestros países, a las Instituciones que buscan generar una nueva institucionalidad de paz, de hermandad e integración en nuestra América, para reclamarles el retiro inmediato de las tropas que ocupan Haití y el fin de la MINUSTAH.
Para Haití, los resultados de esta nueva ocupación han sido desastrosos. Hoy se encuentra en una situación de grave crisis política e institucional, con una clara regresión democrática, la represión violenta y sistemática de las manifestaciones populares y persecución, cárcel y asesinatos selectivos de dirigentes de la oposición. Las tropas militares han violado a mujeres y jóvenes, prostituido niños y niñas a cambio de alimentos, usurpado escuelas y otros bienes que necesitan la población, contaminado el agua con la introducción de la epidemia de cólera que, hasta abril de este año, habría matado a 8556 personas y enfermado a otras 702.000 – todo con una impunidad aberrante esgrimida por las NN.UU. en plena violación de sus propias normas y mandato, amén de la Constitución y leyes de Haití.
Eso sí, se podría decir que la MINUSTAH sigue sirviendo para intentar crear condiciones de “seguridad” y “estabilidad” para los capitales transnacionales, que han aumentado su control sobre los ejes estratégicos de la economía, incluyendo el avance de la mega minería, el turismo de lujo, la maquila y la agroindustria exportadora, en desmedro de todos los derechos fundamentales del pueblo haitiano. Regularmente, sus tropas, y la policía que entrena, se encargan de reprimir cualquier protesta y coadyuvar a que el salario mínimo sea el más bajo de la región.
Como sí todo esto fuera poco, incluso el entonces Representante Especial de la OEA en Haití ha denunciado la manipulación grosera del proceso electoral 2010-2011 que, con el aval de la MINUSTAH, aseguró para Washington un presidente dócil a sus intereses, que se ha encargado de rehabilitar a las fuerzas políticas y paramilitares cercanas a la clientela del duvalierismo y de seguir debilitando toda posibilidad de que la población participe democráticamente para decidir sobre el presente y futuro de su país.
Resulta más que evidente que la ocupación político-militar de Haití no es ni puede ser una vía para generar una estabilidad ni una institucionalidad basada en los derechos y el vivir bien del pueblo haitiano. Con justa razón, encuestas recientes señalan que el 89% de la población rechaza la presencia de la MINUSTAH y el Senado haitiano ha pedido dos veces su retiro. La ola de movilizaciones masivas, que ha seguido creciendo desde octubre 2013 para exigir la renuncia del presidente que entienden ilegítimo, además reclama siempre y con fuerza, el fin de la ocupación.
El pueblo haitiano no tiene porque sufrir ni un día más esta presencia usurpadora de su soberanía y violadora de sus derechos. Dirigentes de algunos países de nuestra región, como el Presidente de Uruguay, José Mujica, y el Ministro de Defensa de Brasil, Celso Amorim, han declarado su intención de retirar sus tropas de Haití, pero aún no vemos acción concreta al respecto. De hecho, con el paso del tiempo la presencia de las tropas parece consolidarse como una verdadera fuerza mercenaria: a costa del pueblo haitiano, las fuerzas armadas se ven favorecidas por una nueva industria tercerizada (y controlada) desde EE.UU. y otros países centrales, y las tropas que lo invaden a beneficio de intereses ajenos perciben sobresueldos y toda clase de privilegios.
¡Basta! ¡10 años de ocupación ya es demasiado! Reclamamos el retiro inmediato y unilateral de las tropas de nuestros países. Reclamamos que actúen unidos para lograr el retiro de todas las tropas que hoy ocupan Haití contribuyendo con su recolonización y saqueo. Reclamamos que actúen para poner fin a la MINUSTAH; que Argentina y Chile, países de la región que actualmente integran el Consejo de Seguridad, voten en contra de la renovación de su mandato y cualquier forma de prolongación de su tutela y control, como ahora se empieza a debatir en ese ámbito. Reclamamos asimismo que tomen medidas para terminar con la Impunidad con que la MINUSTAH opera; que el Consejo de Seguridad, las NN.UU. y los países que la han aprobado y que participan, reconozcan su responsabilidad por los crímenes cometidos, rindan cuentas ante la justicia y reparen a las víctimas, sus familias y comunidades.
El pueblo de Haití merece la solidaridad de nuestros países, no tropas de ocupación. Esperamos de los gobiernos y parlamentos de nuestros países, de las instituciones de nuestra región, una acción mancomunada en ese sentido, buscando por ejemplo que se reasigne los recursos que ahora NN.UU. dedica a mantener una fuerza invasora en Haití, para inversiones sociales sin nuevos endeudamientos. Que apoyen, por ejemplo, la reforestación y la reforma agraria, garantizar vivienda digna para los decenas de miles de familias desplazadas por el terremoto y que aún viven a la intemperie o en condiciones de extrema precariedad, asegurar el acceso universal a agua potable y saneamiento, crear infraestructura y dar apoyo profesional para la salud y educación públicas y otras propuestas que el pueblo haitiano y sus organizaciones vienen planteando.
Saludamos atentamente, a la espera de sus respuestas.
-América latina y el Caribe, Junio 2014
Adolfo Pérez Esquivel Nora Cortiñas Mirta Baravalle y siguen demás firmas según el LLamado a Movilizarnos