En búsqueda del equilibrio. Adolfo Pérez Esquivel
En la memoria ancestral de pueblo guaraní se vive la búsqueda hacia la “Tierra sin males”, la Tierra de la Libertad, donde se alcanzar el equilibrio de nuestra existencia y la relación amorosa con la Madre Naturaleza, como hijos e hijas.
En el mundo que vivimos se ha quebrantado el equilibrio, la relación profunda entre la Madre y sus hijos e hijas. Es necesario volver a las fuentes en que todo es uno y uno es el todo. Volver a religar los lazos fraternos y la ternura en un mundo donde la ciencia y la técnica han alterado el pulso y los ritmos de la existencia, provocando la aceleración del tiempo que actúa imponiendo su ritmo al ser humano.
La relación entre la tecnología y la aceleración del tiempo que se impuso en la vida del ser humano y los ritmos naturales de la Madre Tierra, ha alterado y en muchos casos profundamente dañado nuestro habitat, en la lucha por la dominación y el poder.
Nadie ignora la situación y sometimiento a que está expuesto el planeta Tierra, nuestra casa común y único lugar habitable en el sistema solar al cual pertenecemos y dónde el ser humano es supuestamente el único ser racional o “irracional”. Es creciente la destrucción y se ponen en peligro los recursos naturales y la biodiversidad, el agua, los bosques, con altos índices de contaminación ambiental.
Se impone un falso concepto de “desarrollo”, cuando se trata de explotación. Y nunca llegan a definir con claridad a qué se refieren cuanto hablan de “desarrollo”, económico, sustentable, político, educativo, etc.
Todo esto me lleva a recordar a Oscar Wilde cuando dice: “cínico es el que conoce el precio de todas las cosas, y el valor de ninguna”. Wilde apuntaba a distinguir entre los valores que asigna el mercado y los valores reales de las cosas. Precio y valor no son lo mismo. El valor que tiene la palabra, la fuerza que transmite el pensamiento que nos permite ordenar nuestros actos, conductas y valores, es la energía, es la fuerza que da sentido a nuestras vidas y al mundo. La vida de los pueblos “desarrollados” ha cambiado profundamente y generado el conflicto, en que los seres humanos quedan atrapados en la dinámica impuesta por el desarrollo, y d los cambios provocados por la ciencia y la tecnología. Necesitamos lograr el desarme no sólo armamentista; es necesario “desarmar las conciencias armadas”; como bien lo define R. Panikkar. Cada ser tiene su tiempo, para compartir, pensar, y actuar, los ritmos son diversos y debemos aprender a respetar el ritmo de otras personas y otros pueblos, su espiritualidad y culturas. Así fue el encuentro con los hermanos Mayas en San Cristóbal de las Casas, en Chiapas, México, cuando conversamos sobre el sentido del desarrollo y su significado. Como mirando en su interior dijo:” ¡Hermano!- En nuestra lengua no existe la palabra “desarrollo”. No entendemos a que se refieren con desarrollo cuando destruyen la naturaleza, explotan y saquean los recursos de nuestra Madre Tierra, y sólo buscan su propio interés económico y no el interés de todos. Para la cultura que nos legaron nuestros ancestros se trata de buscar “El equilibrio”. Es lo que tenemos que restablecer: el Equilibrio en cada uno de nosotros. Equilibrio con la Madre Naturaleza, equilibrio con el Cosmos y el Equilibrio con Dios. Cuando se quiebra el equilibrio se genera la violencia que tanto daño hace a la humanidad, a cada uno de nosotros, a nuestras familias y las comunidades. En el mundo que vivimos y en el comienzo del Siglo XXI los desafíos son múltiples. No hay que desesperar. Pero es necesario asumir que el ser humano tiene la condición de promover lo mejor para la vida de la humanidad, construir la Paz, no como la ausencia del conflicto, sino en base a la dinámica permanente de transformación en las relaciones humanas, fraternas de solidaridad y cooperación. También, tiene el poder desarrollar la destrucción y la muerte, las guerras y conflictos que vive en el mundo, la lucha por el poder económico, político y militar. Lo que se siembra se recoge; los campesinos saben de esto, si siembran maíz, recogerán maíz; si siembran trigo recogerán trigo, si siembra la destrucción y la muerte, el resultado será mayor destrucción y muerte. Es necesario sembrar la conciencia crítica y los valores de la Paz y entendimiento entre los pueblos.
Es necesario revertir la situación de violencia en que está inmersa la Humanidad a través de la Cultura de Paz y la No-Violencia y volver a las fuentes para el reencuentro de la familia humana. Es un desafío que debemos asumir en la vida cotidiana, en la familia y la educación liberadora como práctica de la libertad, como bien lo señalara Paulo Freire, quien también expresara que lo contrario del Amor no es el Odio, lo contrario del Amor, es el miedo a Amar.
Quienes tienen miedo a la Paz, nunca encontrarán la Paz ya que nadie puede dar aquello que no tiene. Son espacios a construir para restablecer el equilibrio en nuestras propias vidas y con los demás, en nuestras comunidades y sociedad en que vivimos y la relación con nuestra Madre Naturaleza.
La resistencia y construcción no-violenta es poder comprender y asumir la resolución de los conflictos desde la conciencia crítica y resolución justa. Un mal no se resuelve con otro mal mayor, el resultado serán dos males pero no la resolución del conflicto. En toda guerra, tanto vencedores como vencidos, todos están derrotados y la Paz estará ausente. Los caminos de Esperanza están vigentes en el mundo y nacen de la capacidad de la resistencia social, cultural, política y espiritual de los pueblos en su búsqueda incesante por alcanzar la Tierra sin Males, la Tierra prometida que nos anuncia un nuevo amanecer de la vida, a pesar de todo. Ese caminar lo encontramos en los libros sagrados, en la memoria colectiva, en la mente y el corazón de quienes construyen la Paz y entendimiento entre las personas y los pueblos. Buenos Aires, 4 de marzo de 2010
En búsqueda del equilibrio