Respaldar el derecho a la libertad de expresión no es compartir el contenido de todas las expresiones. La provocación tanto como el respeto son parte de la política democrática. Quien reprime la libertad de expresión reprime la democracia, esto es, el derecho de los pueblos a empoderarse. Por eso ha sido muy importante el unánime rechazo por parte de países de todo el mundo al atentado contra la revista satírica Charlie Hebdo.
Quienes deciden y ejecutan estos actos han creado muros de intolerancia e intentan justificar el uso de la violencia por todos los medios. El terrorismo entendido como la intención de generar muerte, pánico y miedo para someter un pueblo no tiene religión ni ideología, no busca la vida, sino la muerte.
Desde chicos se aprende que cuanto más uno se enoja con los chistes, más burlas recibirá. Y en efecto, de sencillos 60 mil ejemplares Charlie Hebdo ha pasado a publicar 3 millones, por las crecientes solicitudes internacionales. Nadie con dos dedos de frente puede pensar que este atentado tenía como fin terminar con una publicación o hacer agachar la cabeza a Europa.
Todos somos Charlie, por supuesto, pero no es común que los jefes de la OTAN se reúnan para encabezar una movilización callejera. ¿Quiénes resultan beneficiados con este atentado? ¿Por qué a muchos señores de la guerra también les conviene ser Charlie?
Con muchos elementos dudosos, los atentados del 11 de septiembre de 2001 en EE.UU. desencadenaron un nuevo régimen internacional de control e injerencias militares internacionales, basadas en mentiras para ejecutar planes económicos y geopolíticos. Hoy el objetivo es un Medio Oriente controlado por la OTAN. En esto se enmarca el envío este mismo miércoles del portaaviones Charles De Gaulle que hizo el presidente de Francia hacia el Golfo Pérsico para bombardear y “conjurar amenazas del exterior”.
Pero aquel 11 de septiembre también despertó un régimen de excepción para la propia población estadounidense encarnada en el Patriot Act, y en la sesión parlamentaria del martes ya comenzaron a definir la versión francesa, cuya base es el Loppsi 2.
El asesinato de periodistas debe investigarse en profundidad para obtener justicia para los familiares y los franceses, así como deben investigarse las acciones del terrorismo de Estado de las potencias militares en nuestros países y a través de sus ejércitos secretos, tal como lo investigó el suizo Daniele Ganser en su libro Los ejércitos secretos de la OTAN. No podemos olvidar la ocupación de Francia en Haití para derrocar a su presidente en 2004, su actual e histórico papel colonial en Africa, Asia y también Medio Oriente, la producción y venta de armas a todo el mundo, etc.
Tampoco podemos olvidar que la ONU está investigando a Israel por crímenes contra la humanidad luego de los ataques criminales a miles de civiles en Palestina, el uso de fósforo blanco, entre otros experimentos. En esa oportunidad tampoco importó el derecho internacional ni la vida, pero su presidente estuvo presente en la marcha. Lamentablemente este atentado reactiva el miedo al árabe cuando muchos países europeos están reconociendo a Palestina como un Estado soberano con derecho a existir y gobernarse.
Ninguna acción pública ni particular de terror puede llevarse a cabo en nombre de la libertad, el miedo paraliza, la democracia moviliza. La democracia y el respeto se ganan con más democracia y respeto.
¿Es realmente fortalecer a la OTAN una neutralización de estos grupos (con falsa o verdadera bandera) que buscan el terror? O tal vez sería más inteligente que numerosos países creasen una revista internacional en conjunto para que las religiones puedan satirizarse mutuamente y jaquear a los violentos. ¿La paz se obtiene con diálogo e igualdad, o con más ejércitos, atentados y sufrimiento? ¿Es suficiente ser solamente Charlie Hebdo?
Adolfo Pérez Esquivel
Premio Nobel de la Paz