Decidieron partir, sin irse, dejaron los campos sembrados con semillas de lucha y esperanza que germinan en la conciencia y corazones de muchas generaciones.
Recuerdo a Osvaldo en Alemania, viviendo el exilio y siempre mirando al Sur, denunciando las injusticias y generando conciencia en Europa y el mundo de la opresión de la dictadura militar en nuestra tierra, las violaciones de los derechos humanos y de los pueblos, el ayer y el hoy se entrelaza el drama y vida del pueblo en búsqueda de su libertad.
El último encuentro que tuve con Osvaldo fue en su casa, se encontraba Mariana Dufeau, quien coordinaba los diálogos con Osvaldo con diversos invitados entre los que me encontraba, orillando temas cotidianos y profundizando otros de la realidad que vivimos, escuchando sus reflexiones y caminando juntos en la resistencia y luchas, siempre con esa fuerza y convicción de la palabra que abra caminos en las luchas por la liberación de los pueblos.
Osvaldo vio en los luchadores de la Patagonia la rebeldía y resistencia de quienes reclaman el derecho a una vida justa y digna, que no se doblegan frente a la brutalidad de los terratenientes y el ejército a su servicio, el ayer y el hoy están presente en las luchas por la libertad y el derecho de los pueblos.
Gracias hermano por tu testimonio de vida, sabemos que siempre estás presente , ahora y siempre.
El mismo día otro compañero de caminada con su charango y música del alma, Jaime Torres quien pasó la vida sembrando canciones y melodías del Norte Argentino, nos refrescaba el espíritu y nos llevaban a los cerros, a las pircas, a cada rincón con la música nacida en los corazones de los pueblos y como esos juglares eternos llevó de los cerros, la cultura, la vida y lucha de hombres y mujeres andinos que sembraron esperanzas y la resistencia cultural, sus identidades y valores que nos legara nuestra Pachamama
Jaime llegó al mundo, tal vez con su charango bajo el brazo y el pan de la amistad en el barrio de San Telmo, orillero , reducto de candombes de los morenos, de migrantes, gallegos y tanos, esa riqueza que fue integrando culturas y sueños. Los dos nacimos en “la República de San Telmo, limítrofe con la República de la Boca”, donde Don Quinquela Martín fue pintando la vida del puerto y del trabajo de los pescadores, las cantinas y ese siempre recordado Caminito.
Gracias hermanos por tanta sabiduría y riqueza sembrada en nuestro pueblo y el mundo, la palabra y la música siempre están en un nuevo amanecer.
Adolfo Pérez Esquivel
Buenos Aires, 24 de diciembre del 2018