El 14 de abril se cumplen 30 días del asesinato de la concejala brasileña Marielle Franco y del chofer Anderson Pedro Gomes.
Marielle representaba lo más nuevo y prometedor de la política actual: Mujer negra, villera, bisexual, madre soltera e hija de migrantes internos que trabajó intensamente en la defensa de los derechos humanos y combatiendo la discriminación racial, sexual y de género.
Como coordinadora de la comisión de derechos humanos en la Asamblea Legislativa de Rio de Janeiro, asistió personalmente a víctimas de violencia institucional en las favelas. Inició también un trabajo pionero de atención a familiares de policías muertos. Fue la quinta concejala más votada en su primera candidatura en el 2016, tras una campaña le devolvió la fe en la política a muchos y distintos grupos de la sociedad. En menos de dos años de mandato, era presidenta de la Comisión de la Mujer y conducía una agenda amplia que iba desde la cuestión racial, la visibilidad lésbica, y el combate del odio hacia homosexuales, lesbianas, bisexuales y trans, hasta guarderías nocturnas para madres solteras, protección a las víctimas de violencia sexual y el desarrollo cultural y social de las villas.
Marielle criticó reiteradas veces la violencia policial y de las milicias, que se volvieron aún más frecuentes en el contexto de la intervención militar en curso en Rio de Janeiro, decretada el 16 de febrero del 2018 por el presidente ilegítimo Michel Temer. Dos semanas antes de su ejecución, había sido elegida relatora de la comisión que investiga el accionar de esta intervención. La ilegal intervención fue reprochada por la ONU y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. En comunicado conjunto, expresaron preocupación por las violaciones a los derechos humanos que la acción potencia, sobre todo ante los más pobres y los afrodescendientes.
Su asesinato es un grave atentado a la democracia brasileña y y las luchas en toda NuestrAmerica. El fusilamiento de Marielle estuvo pensado en el contexto de profundización de la ruptura institucional, implementado desde el golpe parlamentario del 2016 cuando se destituyó a la presidenta Dilma Rousseff, y con la intervención cada vez mayor de las fuerzas armadas en la conducción de los asuntos internos del país. Sumando a esto, el rol de la justicia es clave para entender la grave situación en Brasil.
La judicialización de la política es la lógica predominante en la persecución de los y las lideres sociales. Los procesos de investigación de hechos de corrupción con bases jurídicas frágiles y procedimientos cuestionables, que intervienen en los procedimientos democráticos y en los derechos políticos de un sector de la población. De ese modo lograron encarcelar al ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, sin pruebas suficientes y con la clara intención de impedir su candidatura a la presidencia. Asimismo, el general Eduardo Villas Bôas difundió mensajes claros sobre el ex presidente la noche anterior a la decisión del Supremo Tribunal Federal de Brasil. El comandante afirmó que repudia la impunidad y que “el ejército se mantiene atento a sus misiones institucionales”. La propagación del miedo y de los discursos de odio han avanzado drásticamente en Brasil y en la región, los recientes disparos a la caravana de Lula el 28 de marzo.
La conmoción internacional que generó la muerte de Marielle estuvo, por otro lado, acompañada por una absurda campaña de difamación contra su figura por parlamentarios y miembros del poder judicial. El gobierno ilegítimo de Brasil intentó apropiarse de su muerte considerándola inicialmente parte de las estadísticas de violencia urbana, y luego distorsionando su sentido para justificar la misma medida a que Marielle se oponía radicalmente: la intervención militar en curso.
Pero aquellos que intentaron, con la eliminación de su cuerpo, callar la voz de Marielle y eliminar su lucha, se equivocaron. Su ejecución ha hecho despertar una creciente movilización popular en Brasil y en varias partes del mundo y ha promocionado en pocas semanas innovadoras iniciativas de articulación y puentes entre distintos sectores populares.
Marielle personificaba eso. Lo que ella llamaba «política con afecto» es su más grande legado. Transitaba por diferentes espacios sin perder la radicalidad de la defensa de los derechos humanos y su historia personal de resistencia y de libertad son el ejemplo concreto de lo que ella defendía: la transversalidad de luchas. Queda en nosotras y nosotros hacer honor a sus ideas y cuidar que ese legado permanezca vivo.
Tenemos hoy una referente que encarna la historia de nuestra región. Cada día que pasa, Marielle se vuelve más gigante. Su sonrisa carismática, su actitud desafiadora y sus palabras ganaron el mundo.
Desde Buenos Aires, la comunidad brasileña, organismos de derechos humanos, movimientos sociales, organizaciones afro, villeras y LGBTIQ nos reunimos para demandar justicia por Marielle Franco, la investigación pronta y efectiva de su asesinato y el esclarecimiento de los hechos. Queremos, además, celebrar sus logros, sus luchas, su historia y su paso por este mundo que, sin dudas, nos ha dejado una huella, una cicatriz y un camino por recorrer.
Marielle presente!